Hoy 17 de febrero La Octava Compañía acompaña en la conmemoración de un nuevo aniversario de su Mártir, Voluntario Honorario Antonio Eguía olivares (Q.E.P.D.), quien hace 58 años sufriera un grave accidente que le costó la vida.

El 25 de mayo de 1907 nace en Palencia Vizcaya, en la madre patria España, Antonio Eguía Olivares, el “vizcaíno” hijo de Don Leandro Eguía y de Doña Amalia Olivares.

Es ahí en Vizcaya donde transcurrió traviesa y serenamente su infancia, y casi sin notarlo llego a la adolescencia. Fue entonces cuando emprendió viaje a América, con tan solo 18 esperanzados años, un joven, casi un niño, pero con responsabilidades e ideales de hombre, dejando su patria amada, buscando otras tierras más allá del mar, Chile y a una pequeña ciudad en particular en el centro del país, Melipilla.

Es ahí donde hecha raíce y comienza a amar una nueva tierra. Contrajo matrimonio con Doña Elena Elgarrista, también de procedencia española, con la cual tuvo un hijo: John Eguía Elgarrista. Pero Antonio era un hombre inquieto y ese rasgo de su carácter lo llevo a ingresar al Cuerpo de Bomberos de Melipilla, ingresando a la Primera Compañía un 14 de febrero de 1934, sirviendo a la comunidad con notable fervor y un entusiasmo sin límites, propios de su naturaleza, que lo llevaron a recibir el apodo de “el vizcaíno”, que hicieron que Don Antonio se caracterizara por estar siempre presente en academias, incendios y formaciones, además de ocupar grandes cargos en la compañía.

Los años pasan y no en vano, el cuerpo se desgasta, pero su voluntad y entusiasmo eran los mismos que mostro el día de su ingreso, quedando ellos demostrados para la posteridad un 17 de febrero de 1964, cuando la sirena daba aviso de una emergencia, y los caballeros del fuego de la Primera Melipilla acudieron raudos a un Incendio de pastizales en el sector Esmeralda.

Don Antonio con el número 1 en el casco y con “Deber y Disciplina” en su espíritu, tripuló el viejo carro Chevrolet porta escala de la 2ª CIA; tripulo, pero nunca llegaría a su destino. En las intersecciones de las calles avenida Vicuña Mackenna y Hurtado, el cuerpo fatigado de Don Antonio cae al asfalto, donde los intentos de sus compañeros por auxiliarlo fueron en vano; mientras era llevado al hospital dio el último suspiro y su corazón el último latido, cuando pasaba frente a su propio hogar.

Desde aquel día queda un espacio en las filas, y desde aquel día sus compañeros gritan “firme” cuando es nombrado en la lista de asistencia.

Voluntario Honorario Antonio Eguía Olivares, Firme, muerto en acto de servicio.