Por: Pedro Cabrera Urrutia. Inspector Asesor CBS.
En forma trágica se inició para el Cuerpo de Bomberos de Santiago el año 1918. Aún no habíase apagado el entusiasmo con que la ciudad recibiera el nuevo año y una desgracia venía a enlutar al Cuerpo.
Un fatal accidente del tránsito ocurrido en la calle Estado esquina de Agustinas, entre dos piezas del material del Cuerpo, una de las cuales era tripulada por el Voluntario de la 3ª. Compañía, don Alberto Reyes, arrebataba a éste la vida en plena juventud.
Ciegamente la desgracia había herido a una existencia que desde la cuna habíase sentido atraída por los Bomberos, con el ejemplo de su padre don Luis Reyes, viejo Voluntario de la 8ª. Compañía, a quien el Cuerpo le debía buenos servicios prestados desde el cargo de 2° Comandante.
La vida del joven Reyes, torpemente perdida para los suyos y para la Institución por la cual tanto cariño sentía, caía tronchada en un cruce de calles, sin siquiera haber tenido ocasión de florecer las bellas cualidades que hacían ver en el infortunado Voluntario una esperanza cierta de halagüeño porvenir.
Hay en el caso de Alberto Reyes una nota inolvidable, que da la medida del temple moral de su distinguido padre don Luis Reyes, y del ambiente que había formado en su hogar. Al dársele la triste noticia de la muerte de su hijo, sobreponiéndose a su gran dolor, ordenó a otro vástago que fuera a ocupar en las filas el lugar que aquél había dejado vacío. ¡Hermoso rasgo que parece arrancado de un libro de gestas de las edades heroicas!
El año 1956, un grupo de niños de corta edad, impulsados por ese encanto que ejercen las bombas en ellos, se acercó hasta el viejo Cuartel de Av. Santa María de la Octava Compañía. En un principio quizás no fueron bien recibidos, pero su entusiasmo y respeto influyeron en el diario vivir de la Octava. En aquel entonces servía la Capitanía don Luis Bravo Menadier, profesor universitario y gran bombero, bondadoso y comprensivo, que visionariamente capto el interés de estos niños a los cuales trató de organizarlos y darles algún tipo de instrucción básica relacionada con nuestro servicio, encontrando en los Voluntarios Sres. Guillermo Alfaro V., Mario Echenique M. y Fernando Muñoz M., una amplia cooperación para llevar a adelante la idea de formar una Brigada Juvenil.
Algunos años más tarde, otras Compañías recogen la idea, iniciando de esta manera la opción para la formación de mejores personas y Bomberos, ya que empiezan a conocer algunas técnicas, tradiciones y hacer suya la Institución al ver el ejemplo de los Bomberos en este relacionarse. De esta forma en la historia de la Institución encontramos las Brigadas Juveniles de la Segunda, Tercera, Cuarta, Sexta, Séptima, Octava, Novena, Decima, Undécima, Duodécima, Decimotercera, Decimoquinta, Decimosexta, Decimoséptima, Decimoctava, Decimonovena, Vigésima, Vigesimoprimera y Vigesimosegunda, quienes han aportado a la Institución un poco más del treinta por ciento de Bomberos donde muchos de ellos hoy cumplen roles de Oficiales de Compañía, algunos han sido o son Oficiales Generales y de Comandancia.
En la galería de Mártires de la Institución, encontramos a bomberos que fueron formados en las Brigadas Juveniles:
Eduardo Rivas Melo, Bombero de la Decimotercera Compañía, fallecido en acto del servicio el 21 de Marzo de 1981 en el incendio de la Torre Santa María, quien fue formado en la Brigada Juvenil de la Bomba Providencia.
Cristian Vásquez Peragallo, Bombero de la Novena Compañía, fallecido en acto del servicio el 15 de Agosto de 1983, formado en las Brigadas Juveniles de la Bomba Vitacura y Pompe France.
Claudio Cattoni Arriagada, Bombero de la Undécima Compañía, fallecido en acto del servicio el 3 de Enero de 1991, producto de las lesiones sufridas en el incendio del 20 de Diciembre de 1990, formado en la Brigada Juvenil de la Pompa Italia.
Alrededor de 1900, ya existe la idea de heredar a la Institución una semilla al crear las Compañías los libros de colores, donde los Bomberos inscribían a sus hijos varones en ese entonces, para que continuaran con la tradición de su Compañía, legándole a su querida bomba lo más preciado que tenían, su descendencia, echo que podemos apreciar desde la fundación de nuestra Institución.
Don José Luis Claro invita a la formación del Cuerpo de Bomberos de Santiago y una feliz coincidencia merece ser anotada en la conmemoración del cincuentenario, y es ella la de que presidiera los destinos del Cuerpo de Bomberos de Santiago, en aquella oportunidad el señor Luis Claro Solar, digno continuador de la obra que su padre don José L. Claro había acometido medio Siglo antes, en los momentos en que el vecindario de Santiago aún se hallaba bajo la impresión de la horrorosa catástrofe de 8 de diciembre de 1863. La tarea alumbrada por el fundador Claro, después de haber guiado con su fuego durante cincuenta años a la falange de los soldados voluntarios del deber, llegaba a manos de su hijo, repitiéndose así la legendaria carrera de las antorchas, practicada en la vieja Grecia.
En el año 2013, las Brigadas Juveniles del Cuerpo de Bomberos de Santiago cuentan con 120 jóvenes entre 12 y menores de 18 años que se forman bajo un modelo educativo, guiados por Instructores que en los últimos 5 años han debido capacitarse en distintas áreas, mundos juveniles, psicología del adolescente, resolución de conflictos y en el área técnica 19 temas de la NFPA 1001. Todas las actividades son supervisadas por el Departamento de Brigadas Juveniles, compuesto por un Inspector, un Inspector Asesor, tres Ayudantes, a cargo del Cuarto Comandante, según Orden del día dictada por el Comandante.
Las Brigadas Juveniles son la enseñanza más hermosa de la abnegación con que los Bomberos de la capital saben cumplir el lema de “Constancia y Disciplina”, que le trazaron sus fundadores.