La Unión es Fuerza
Octava Compañía de Bomberos de Santiago
Bellavista Nº 594, Recoleta
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Me encontraba sentada frente a mi marido gozando de un pisco sour y de gratas melodías, mientras comentábamos los pequeños incidentes de la jornada que llegaba a su fin, en espera del llamado a comer, cuando sonó el teléfono.
Él levanto y por su voz y el apremio que demostró me di cuenta que era “Ella” quien le llamaba; sentí que la odiaba con toda mi alma. Con que derecho se permitía molestarnos en esa hora tan intima, tan nuestra.
–No te vayas le suplique por esta vez que sea, no vayas.
— Tú sabes bien que no puedo – cuando ella llama tengo que ir – y partió apresuradamente.
Allí me quede clavada en mi sillón, sin poder seguir gustando de mi trago ni escuchar la música; sólo pensando rencorosamente en ella, que una vez más había fracasado uno de los escasos momentos que teníamos para nosotros.
Nos llamaron a comer su sitio de la mesa quedó vacío. Los niños pequeños comentaron con orgullo que su papá había ido a juntarse con ella. Las niñas se quejaron que pasaba más en su casa que en la nuestra, y nuestro hijo mayor, ya de diecisiete años comentó con un dejo de envidia y esperanza que en algún tiempo más, él también iría con todo derecho a su casa. Me dije con amargura: “Pronto será Francisco Javier; en unos cinco o seis años más le seguirá Lino Andrés, luego Ignacio Rodrigo y por último, Alfonso mi pequeño Alfonso; y yo me quedaría sin hijos y sin marido, pues ella es una verdadera “devoradora de hombres”. Afortunadamente tengo además, dos niñas que por su condición femenina no podrán ser sus amantes, pero seguramente llegarán a casarse con otros amantes de ella; y así cerrara este ciclo de toda una familia atrapada en las redes de ella, la devoradora de hombres.
La conversación siguió en el mismo tenor durante toda la comida. Yo me quejaba que durante nuestros diecisiete años como padres, había tenido que asumir los roles de padre y madre a la vez por culpa de ella, que ocupaba casi todas las horas que le dejaba el trabajo a mi marido, quien no siempre podía venir a comer; y hubo ocasiones en que se quedó a dormir con ella. Habráse visto tamaña sinvergüenzura.
Las únicas veces que he tenido para mí sola, son las ocasiones en que vamos a nuestra casa en la cordillera; pero allí tampoco es totalmente mío, pues piensa en ella continuamente y se pregunta a cada rato “¿Cuántas veces me habrá llamado este fin de semana?”.
Todo esto tengo que soportarlo resignadamente, pues él me lo dijo antes de casarnos; que durante el resto de nuestras vidas tendría que soportar a su amante, pues el jamás la dejaría y hasta ofrendaría su vida si fuese necesario por ella; y que si hubiera que decidir entre ella y yo, probablemente me quedaría para siempre sola, ya que ella seria la preferida; su primer y último amor.
Pero, a pesar de esta doble vida del hombre a quien amo más que a nadie en el mundo, hemos sido inmensamente felices y paradójicamente ella ha contribuido en gran medida a nuestra nuestra felicidad. Hemos compartido juntas los momentos más felices de nuestras existencias: nuestro matrimonio, el nacimiento de cada uno de nuestros hijos, nuestros aniversarios de bodas, nuestras navidades y años nuevos. Las mejores fiestas sociales han sido en su casa, el viejito pascuero visita a nuestros hijos y a los de nuestros amigos en su casa.
Porque ella es mi enemiga, es la rival que llama a mi hombre en los momentos más intespestivos, pero también es mi amiga muy querida, que la llevo muy dentro de mi corazón; en quien pienso siempre y a quien rato de ayudar en la medida de mis fuerzas, por quien me develo pensando como arreglar su casa para que se vea más acogedora y bonita; y a quien quiero fraternalmente, pues ambas tenemos algo muy grande en común: amamos al mismo hombre.
Son las once y media de la noche, y solitaria me dispongo a dormir en nuestro lecho matrimonial, cuando siento la puerta de la reja del jardín; es él que vuelve cansado, sucio, oliendo a humo……
Es el que vuelve después de haber dado todo su esfuerzo y devoción a “Ella” : La Octava Compañía de Bomberos de Santiago.
Octavina
(Segundo Premio en concurso de cuentos.
Diario “La Tercera” 1977 / Inés Escalante de Echeñique. (Q.E.P.D.)
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