La Unión es Fuerza
Octava Compañía de Bomberos de Santiago
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Mártir de la 8va Compañía de Bomberos de Santiago. Fallecido en acto de servicio en noviembre de 1933.
Con la misma solemnidad con que días antes se había dado sepultura a los restos del malogrado voluntario señor Antonio Secchi, el 21 de noviembre lleváronse a cabo los funerales del Secretario de la 8va Compañía, señor Víctor Hendrych, que había encontrado horrorosa muerte en el accidente que se menciona en párrafos anteriores.
Nuevamente la ciudad de Santiago demostró al Cuerpo su adhesión en las horas de duelo que siguieron a tan luctuoso suceso, y todas las actividades, gremios, colectividades e instituciones congéneres de las ciudades vecinas hiciéronse representar en la larga columna que acompañó los restos del infortunado voluntario hasta el lugar en que recibirían piadosa sepultura.
S.E. el Presidente de la República, representado por uno de sus edecanes; el señor Intendente de la provincia; el Alcalde de Santiago; el Prefecto de Carabineros y una delegación de oficiales del mismo Cuerpo; una escogida representación del Ejército y muchas otras personas formaban en las filas. Gran cantidad de coronas y flores testimoniaban el pesar que había producido el sacrificio de un nuevo mártir de la abnegación y del deber.
Llegado el cortejo al Cementerio General, después de recibir en el trayecto el homenaje silencioso de multitudes apostadas en las calles, hicieron uso de la palabra diversas autoridades civiles, bomberiles y militares, cuyas oraciones fúnebres destacaron el sacrificio de Víctor Hendrych.
Palabras del señor Superintendente, don Luis Kappes
Señor:
Aún no se extingue en nuestros oídos el tañido funerario con que la campana del Cuerpo de Bomberos acompañaba los restos de Antonio Secchi y ya la garra fatal de la desgracia ha hecho presa en otro de nuestros hombres. Esta vez ha tocado a la 8ª Compañía pagar su tributo de sangre a esta especie de Moloch, que se ha encarnizado con los miembros de la institución.
En la catástrofe de la madrugada de ayer hemos perdido a uno de nuestros mejores exponentes: Víctor Hendrych cayó cuando iba, en alas de su entusiasmo y de su abnegación, a cumplir su deber, como ha caído hasta hoy esa pléyade de muchachos valerosos, conscientes de su misión y sin temor al peligro.
“Muero en acto del servicio”. Frase sublime, en la cual se vislumbra la grandeza de una tragedia griega. Expresión conmovedora que habla a los corazones de cómo se aprecia en el Cuerpo de Bomberos el cumplimiento del deber y de cómo sus voluntarios hacen gala de valor y de pujanza, luchando cara a cara con la muerte.
Con el martirio de Víctor Hendrych nuestra institución anota gloriosamente un nuevo nombre en el libro de sus héroes y una llamarada de coraje y estímulo prende en los que quedan, para imitar su ejemplo.
Señores: hay desgracias que conmueven hondamente nuestros corazones, los espíritus se sobrecogen de pavor, se crispan los nervios en un gesto de impotencia y un grito de protesta arranca de nuestra alma, dolorido y triste. Pero cuando esa desgracia se repite, como en este caso, encuentra los ánimos serenos, con la fortaleza que da la adversidad. Frente a una catástrofe como la de ayer, los hombres que militan en esta institución estrechan sus filas en una majestad grandiosa, firmes, estoicos, radiantes de hombría y virilidad, desafiando sonrientes al hado fatal.
El martirio impuesto a los elegidos no les arredra; por uno que cae se levantan centenares de pechos robustos, anhelosos de ocupar el sitio del que se fue. Y así nuestra institución se arraiga en las almas de la juventud idealista y valiente, crece y conquista la admiración, el respeto y la gratitud de los hombres de bien.
Si en alguna ocasión de mi vida yo he ambicionado poseer el don de la elocuencia, la magia de la palabra y del pensamiento, es en estos instantes en que contemplo el cuadro glorioso que formáis vosotros, como los héroes de la leyenda; y aunque las potencias de mi espíritu sienten la vibración de vuestros corazones y escuchan con recogimiento el himno fervoroso que se eleva de ellos formando cortejo a nuestros mártires por las regiones de la inmortalidad, mi voz es débil, mi palabra carece de esa fuerza que cautiva y emociona.
El dolor y la pena que me causa ver estas vidas jóvenes arrancadas a sus hogares enmudecen mis labios, embotan mi cerebro y sólo puedo deciros: voluntarios del Cuerpo de Bomberos, grande es nuestra desgracia, profundo nuestro dolor, pero sobre esa desgracia y ese dolor se yergue, mucho más grande aún, nuestra resolución de perseverar en la misión salvadora y humana que nos hemos impuesto, porque el sacrificio de los que caen nos da nuevos bríos y mayor coraje.
Víctor Hendrych, sobre tu tumba dejamos las flores de nuestro cariño y nuestra admiración por tu heroísmo y os pedimos que, desde las regiones serenas de la gloria, veléis porque no se apaguen jamás en nuestras almas los sentimientos de altruismo que fueron la virtud más noble de vuestra vida.
Paz sobre tu tumba, gloria sobre vuestro nombre.”
Palabras del señor Alcalde de Santiago, don Diego Fernández
“Otra vez, señores, el destino implacable nos coloca en un acto de silencio y respetuosa devoción frente a la tumba de un bombero sacrificado en aras del cumplimiento del deber.
¡Qué ejemplo para la institución benemérita y para la sociedad toda es el de estos jóvenes mártires que han abandonado las ilusiones más caras de la vida para enfrentarse al peligro y caer rendidos frente a él en desigual combate!
La vida del bombero, sembrada de dignidad y de belleza, levanta el espíritu deprimido en medio de las angustias e inquietudes del mundo contemporáneo.
He aquí un hombre de voluntad heroica, un hombre presto al sacrificio en el correr monótono y vulgar de todos los días, un hombre que hace de su vida entera una consagración religiosa al servicio de la sociedad, que puede ignorar su nombre, pero que sabe que por él se siente amparada y defendida.
Este alto y noble ejemplo es el que Víctor Hendrych dio a sus semejantes con su vida pronta al sacrificio y con su muerte, que aparece a nuestros ojos aureolada por el más puro y santo de los martirios.
Por él enluta sus banderas el Cuerpo de Bomberos; por él la sociedad se siente conmovida y acude a darle silenciosa y fraternal despedida en el momento de su retorno a la madre común.
Pero, sobreponiéndose al dolor con un gesto viril que mira al alma de las generaciones nuevas, hay que mostrar la vida de este mártir como un ejemplo, una lección y un estímulo que ha de sublimar y purificar nuestros espíritus.
Víctor Hendrych es un ejemplo de amor al sacrificio, una lección para todos los que tienen un deber que cumplir y un estímulo para los que creen que sólo el altruismo y la solidaridad podrán conducir a la salvación y al perfeccionamiento de la organización social.
A nombre de la Junta de Vecinos de Santiago me inclino reverente ante la tumba y presento a la admiración, al cariño y al respeto de sus conciudadanos el alto y luminoso ejemplo de su vida y de su muerte.”
Palabras del Director de la Compañía doliente, doctor Guillermo Morales B.
“Señor Superintendente, señores:
Son las 5 y minutos de la mañana del día 20. Suena un campanillazo fatídico. El teléfono parece apurarnos en su llamada insistente y extemporánea. Presumimos algo grave. Se oye una voz angustiada de mujer que, con un justificable egoísmo, reclama nuestra rápida concurrencia a la Casa Central de la Asistencia Pública para que reconozcamos a su marido, el cuartelero de la Compañía, que ha sido víctima de un accidente en circunstancias que guiaba el carro de la Octava.
Llamamos a la Asistencia para inquirir datos y una voz tranquila y ronca, acerada y endurecida por el espectáculo de la desgracia diaria, nos contesta: ‘Hay varios heridos de la Octava, algunos graves y un muerto’. —‘¿Cómo se llama?’—. ‘Víctor Hendrych’, suena esa voz inolvidable. Corrimos a comprobar la desconsoladora noticia con la secreta esperanza de que pudiera tratarse de un error. ¡Vano intento! Hendrych era sólo un cuerpo depositado en una de las severas mesas de la Asistencia Pública.
Desde ese horrible instante, un velo de amargura indescriptible e impulso incontenible de rebelión obscurecen nuestro cerebro, sacuden nuestros nervios sin control, turban las palabras y ofuscan nuestro espíritu.
Dolor, cruel dolor, que has venido a llenar de congoja infinita y desesperación ese nido de sentimientos generosos que es la Octava y ese puñado de corazones altruistas que constituyen la alegre muchachada de voluntarios que hoy no pueden reír su floreciente primavera. Has venido a envolver nuestro cuartel en la sombra misteriosa de la muerte, llevándonos al mejor, al más bueno, al más bombero.
Víctor: tus camaradas te buscan afanosos en todos los rincones que te eran familiares, recuerdan tus dichos, tus hábitos, tus inocentes desbordes de sana juventud. Y no te sienten lejos cuando se hallan en el cuartel, porque tú estás en su ardor renovado con este sacrificio, estás en sus ansias locas que se intensifican con tu recuerdo, en su espíritu bomberil que se agiganta con tu ejemplo: eres hoy una nueva luz brillante y luminosa que, junto con el recuerdo bendito de nuestro primer mártir Enrique Fredes, ha de guiar el camino progresista de la Octava. Luz diáfana como tu vida entera, serena como tu heroico sacrificio.
La vida renace de la muerte. De nuestra preciosa existencia surge hoy, Víctor Hendrych, como la rama de acacia de la leyenda antigua, vida y energía para las huestes de nuestro Cuerpo de Bomberos, aliento espiritual para nuestros amargados y desfallecidos corazones.
Guiado por el noble propósito de servir a los demás y siguiendo aquella disciplina de perfección que aconseja: ‘Cultiva tus campos, pero también cultiva tu jardín, a fin de que recojas, además del trigo que te ha de servir de sustento, frutas y flores que han de alegrar tu espíritu, que el hombre no solo vive de pan’, buscó las filas del Cuerpo de Bomberos de Santiago, al cual acaba de rendir su vida de hombre bueno.
Forjado en el templo de un hogar virtuoso y siguiendo el ejemplo edificante que le dieran las cualidades varoniles de su padre Hendrych, aportó a nuestra institución —que para él era todo— su cariño, su preparación, su rectitud, su caballerosidad y espíritu de disciplina propio de la raza a que, por sangre y tradiciones, pertenecía; su constancia ejemplar y, finalmente, todo, todo ese precioso bagaje de brillantes cualidades: su vida entera.”
Ingreso como voluntario a la Octava Compañía de Bomberos el 10 de agosto de 1931. El 30 de septiembre de 1932 fue elegido Secretario y reelegido el 8 de diciembre del mismo año. Este cargo lo ocupaba hasta la fecha de su muerte. Su corta vida bomberil fue suplida con creces por su extraordinario entusiasmo. Baste recordar que, en el curso de ese año, llevaba la primera asistencia entre sus compañeros de fila. Perteneció a la Guardia Nocturna, que desde hoy llevará su nombre, a contar desde el 1 de septiembre de 1931.
Por medio de sentidas notas expresaron sus condolencias, entre otros:
Santiago, 25 de noviembre de 1933
Señor Director:
La irreparable desgracia que la 8ª Compañía ha experimentado recientemente, con el sacrificio de su voluntario don Víctor Hendrych, ha producido tal sentimiento de congoja en el ánimo del Directorio, que se apresura por mi intermedio a hacer llegar hasta la Compañía las expresiones de su adhesión muy profunda y de su condolencia muy sincera.
La muerte del señor Hendrych, caído en el puesto del deber, señala a los octavinos, como antes lo hiciera Enrique Fredes, el camino siempre lleno de sacrificios y muchas veces de heroísmo que el bombero debe salvar para cumplir la noble misión que un espíritu igualmente noble le ha impuesto.
Desgracias como la que en dos ocasiones ha debido sufrir y soportar con resignación la 8ª Compañía, si bien hieren la confraternidad que anima a sus componentes, pues rompen aquellos lazos que la comunidad de ideales y afinidad de sentimientos atan a los voluntarios entre sí, dignifican en alto grado una función que es ejemplo de civismo y honra de la personalidad humana.
En verdad, nada puede poner más en alto los principios que informan nuestra institución que el ejemplo de quienes saben cumplir con su deber y morir por él. El nombre de Hendrych será, pues, un nuevo emblema de supremo renunciamiento a todo cuanto el bombero debe abandonar y, a la vez, será una ejecutoria más con que el Cuerpo podrá afianzar su tradicional abnegación.
Quisiera el Directorio que esos conceptos reconfortaran el espíritu naturalmente abatido de los voluntarios de la 8ª y les llevaran una pronta resignación; y quisiera también que vieran ellos en estas líneas toda la adhesión con que les acompaña el Cuerpo entero ante la desgracia que enluta su hogar bomberil.
Saluda atentamente a Ud. su afmo. compañero,
(Fdo) Luis Kappes G., Superintendente
(Fdo) Ernesto Roldán L., Secretario General
Santiago, 29 de noviembre de 1933
Señor Superintendente:
Honda amargura invade todos los corazones en la Octava Compañía desde la muerte de Víctor Hendrych. La tragedia irremediable e incomprensible ha puesto un sello de dolor en los espíritus abatidos de nuestros voluntarios.
Sin embargo, señor Superintendente, hemos recibido tantas y tan cariñosas manifestaciones de estrecha fraternidad bomberil de todos los puntos de la República, que los nervios se reconfortan y los ánimos se levantan con el estímulo de estas pruebas de solidaridad y con el impulso bienhechor que fluye del sacrificio de nuestro mártir. Hoy más que nunca estamos orgullosos de esta escuela de virtudes y de sentimientos nobles que se llama el Cuerpo de Bomberos voluntarios.
Estas demostraciones vienen a culminarse hoy con la hermosa carta del señor Superintendente que, por el hecho de venir del más alto organismo de la institución, nos alienta y vigoriza, templa nuestros corazones desfallecidos y nos da la seguridad de que tras nuestra pena está el apoyo moral de los jefes, base imprescindible en que ha de cimentarse la resignación del hombre ante lo irreparable.
La Octava Compañía, por mi intermedio, desea expresaros, señor Superintendente, y al Honorable Directorio del Cuerpo la sincera y profunda gratitud con que ha recibido vuestras cálidas y cariñosas palabras de condolencia y quiere, al mismo tiempo, ante el recuerdo de nuestro mártir, reiteraros su más absoluta e inquebrantable adhesión.
(Fdo) Dr. Guillermo Morales Beltrán, Director
(Fdo) Eduardo Kaimalis L., Secretario accidental
Santiago, 25 de noviembre de 1933
Señor Juan Hendrych:
Señor de toda mi consideración:
Excusas quisiera pedir a Ud., ante todo, si con estas líneas hubiera de remover la pena profunda que embarga su corazón; pero el sentimiento de dolor que el Directorio del Cuerpo de Bomberos de Santiago experimenta ante la cruel desgracia que puso fin a la generosa existencia de su hijo don Víctor Hendrych, y el acuerdo de ese mismo Directorio de expresarle esos sentimientos, me obligan a dirigirme a Ud.
Los breves años que el Cuerpo tuvo el honor de contar entre los suyos a Víctor Hendrych bastaron para que su espíritu selecto, abierto a todo elevado sentimiento, se penetrara de los principios de abnegación, disciplina y constancia que forman la estructura moral de nuestra institución, y bastaron también para que ese nombre sirva desde hoy en adelante de símbolo de sacrificio y de plena consagración a una labor abrazada con la fe de una causa.
Tan bellas cualidades, unidas al trágico fin que puso término a la querida existencia del voluntario señor Hendrych, harán que en las filas de la institución se guarde un recuerdo imperecedero del compañero señalado por el cruel designio para escribir su nombre en la lista de los mártires del deber.
Interpretando el sentir del Directorio, quisiera hacer llegar hasta Ud. un consuelo, quisiera llevar hasta su corazón de padre atribulado una esperanza; pero todos mis propósitos se estrellan ante la crueldad del destino y ante la impotencia del espíritu para mitigar un dolor como el que Ud. experimenta. Por eso, solo puedo pedir a Ud. resignación en su desgracia y formular votos muy sinceros porque esta resignación le permita sobrellevar, como la institución sobrelleva la suya, tan dura prueba.
Reciba, señor, junto con mis votos, las expresiones de mi consideración más distinguida.
(Fdo) Luis Kappes G., Superintendente
(Fdo) Ernesto Roldán L., Secretario General
Octava Compañía de Bomberos de Santiago
Bellavista Nº 594, Recoleta
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