“Los valores morales caen; en el bombero, se afirma; y robustece. Todos pierden la fe; ¡en el bombero se mantiene aun a costa de Sacrificios!!! Decae el espíritu de solidaridad; en el bombero, se estrechan para cumplir mejor su misión; por último el egoísmo humano hace del hombre un desgraciado;… el Bombero es el símbolo de la caridad llevada a lo sublime ¡dando su propia vida por salvar la de su semejante!!!

(Extracto de carta al director, 7 de diciembre de 1932, por Luis Humberto Arriaza Hernández).

Hoy se cumplen 87 años desde la fatídica madrugada en el que nuestro carro portaescalas se movilizaba rumbo a la alarma de incendio en las esquinas de San Francisco y 10 de Julio y que al dirigirse por la calle de las claras fue embestido por un tranvía que circulaba por calle Merced.

Ese día nos marca a fuego. Nos recuerda que otro octavino pasó a ser inmortal, ya 18 años antes Enrique Fredes nos había sido arrebatado por las garras de la muerte debido a sus lesiones sufridas mientras empuñaba el hacha octavina luchando contra nuestro enemigo voraz, el fuego.

Víctor ocupaba el cargo de Secretario, pertenecía a la guardia nocturna, escuela de grandes octavinos, cuyas dependencias lo vieron partir esa madrugada como era habitual, corriendo presuroso y dispuesto cada vez que sonaban los timbres que advertían que alguien en la ciudad clamaba por auxilio.

Este 20 de noviembre fue especialmente particular, si bien cada año y sin falta nos vestimos con nuestras cotonas y casco de compañía para cumplir con una de nuestras promesas que es honrar a los nuestros que partieron cumpliendo con su deber. Hoy por primera vez desde que la autoridad sanitaria determinara las medidas restrictivas a fin de proteger a la población producto de la pandemia, pudimos reunirnos frente a nuestra casa octavina, los únicos que no pudieron acompañarnos de manera presencial fueron los  bomberos de más de 65 años, por estar dentro del grupo de riesgo, ellos tuvieron la oportunidad de acompañarnos a través de la transmisión en línea de la ceremonia desde sus casas.

Hoy no pudimos asistir al cementerio como cada año pero sí concurrimos con nuestros 3 carros a la esquina de Merced  y Enrique Mac iver (antigua calle de las claras) a dejar una de las ofrendas florales junto a la placa que le recuerda a los curiosos transeúntes que pasan a diario que en ese lugar un octavino pasó a la inmortalidad.

Al volver a nuestra “casa grande”, como nos referimos a nuestro cuartel, formamos por calle Recoleta, frente al monolito donde se encuentran grabados los nombres de nuestro dos mártires, depositamos el segundo arreglo floral y escuchamos atentos el emotivo discurso de Álvaro Betancourt, quien al ser el más nuevo y como dicta la tradición es quien tiene el honor de hacerlo, el cual de manera acertada y con palabras elegidas cuidadosamente nos habló de la vida de Víctor y de su trascendencia como guía silencioso de nuestros pasos.

Al concluir fueron nuestros líderes, Director y Capitán quienes cerraron esta ceremonia instándonos a continuar con el legado de nuestros predecesores, honrando día a día con nuestro juramento para que juntos sigamos haciendo brillar nuestro ocho querido.