Por: Yani Aguilar Paulsen. Foto: Miguel Martínez Colin.
No hay bombero que se allane a explicar buenamente por qué es bombero. Mejor no lo intente. No hay razones admisibles para arriesgar la vida por otros. Otros que son perfectos desconocidos, ajenos e inexistentes hasta el instante del llamado.
El bombero no se explica.
El bombero sólo se asume en lo que es, un corajudo irreverente de las llamas, las alturas, las asfixias, de los encierros y los socorros.
Es apenas la fisura de la vida peleando contra la muerte la que define la razón de un bombero.
No son los motivos, no son los argumentos, es la esperanza de restituir la vida cuando el riesgo la arranca.
Y, mientras cada día los bomberos arrían calles asordando como el trueno, hay un sólo día, el Día Nacional del Bombero, en que su estruendo se silencia solitario, como la materia prima, como un árbol.
En su Día pocos los saludan, es que a los bomberos se les quiere con el amor ingrato, con el beso esquivo de lo cotidiano. Por eso pocos se acercan para abrazarlos y celebrarlos, como pocos hacen eso con el aire.-